Se trata de un lenguaje sintético, plagado de acrónimos, traslaciones fonéticas de letras y, cómo no, de errores ortográficos. En él, los signos de puntuación brillan por su ausencia, las vocales desaparecen y las tildes y las normas estilísticas son condenadas al olvido. Una jerga que ya no es sólo cosa de adolescentes; hasta los ejecutivos más respetables se han dejado contagiar.
Los documentos oficiales, los informes de ventas, los presupuestos, las notificaciones a los clientes, la página web corporativa o la publicidad, es decir, los asuntos más serios e importantes, no se han visto afectados por la moda de las abreviaturas. En caso contrario la credibilidad de las firmas quedaría en entredicho... ¿o no? Existen casos en los que, de manera intencionada, estos textos se asemejan a los SMS para aportar frescura o conectar mejor con lo que se lleva.
No obstante, es en las comunicaciones más informales donde este lenguaje se explaya a sus anchas. Los e-mail internos, la mensajería instantánea, los blogs no institucionales o los foros de empresa son caldo de cultivo para que las "k" canibalicen a las "c", para que las mayúsculas se jubilen, para que las palabras sean sustituidas por emoticonos.
La nueva tendencia disortográfica puede resultar peligrosa si no se sabe controlar a tiempo. No puede convertirse en la tónica dominante de los escritos de negocios, salvo excepciones de tipo estratégico. Es fundamental no perder de vista que la expresión también influye en la excelencia.