La clave para que la página web de una empresa funcione reside en aprender a combinar diseño y funcionalidad. Es vital conseguir atraer a los usuarios hacia el portal, pero también que se encuentren cómodos al navegar por él. De no actuar así, lo frecuente es que el internauta, potencial cliente, no vuelva a hacer clic en ese enlace.
Una página web es como una planta, necesita atención constante para mantenerse con vida; de otra forma, se marchita y pierde atractivo. Muchos portales crecen como la mala hierba, sin capacidad de atracción o plagados de "espinas" que convierten las visitas en una experiencia única y no precisamente por extraordinaria, sino por falta de ganas de repetir. Conocer los errores que disuaden a los usuarios de volver a acceder es básico para no perder competitividad.
El diseño se erige en componente fundamental del sitio, pero las formas no deben primar sobre el fondo. Ni los colores más atractivos, ni la excelente disposición de los elementos, ni la más cuidada presentación sirven de nada si no se acompañan de unas características básicas de usabilidad y navegabilidad. Hay que procurar un adecuado equilibrio entre aspectos estéticos y funcionales, ya que lo que de verdad importa es que los alter ego de las firmas en la Red sean útiles.
El minimalismo y la renovación permanente deben guiar el contenido. Sobrecargar el espacio con información innecesaria para el usuario es abrir una puerta al abandono de la lectura, aunque tampoco hay que cometer el error contrario y apenas rellenar un par de líneas. En cualquier caso los datos no deben estar desfasados ni pueden permitirse fallos ortográficos. Para quien los lee pueden ser sinónimo de falta de profesionalidad. La revisión de todo lo que se sube ha de ser una constante en las rutinas de trabajo.
Los mensajes que avisan de que el sitio está en construcción son otro de los elementos que contribuyen a crear una imagen negativa de la empresa y que es necesario desterrar. Si la web no se encuentra preparada para su visualización es preferible no colgarla a que el navegante se encuentre con uno de esos avisos y más cuando la situación va a ser duradera.
El diseño se erige en componente fundamental del sitio, pero las formas no deben primar sobre el fondo. Ni los colores más atractivos, ni la excelente disposición de los elementos, ni la más cuidada presentación sirven de nada si no se acompañan de unas características básicas de usabilidad y navegabilidad. Hay que procurar un adecuado equilibrio entre aspectos estéticos y funcionales, ya que lo que de verdad importa es que los alter ego de las firmas en la Red sean útiles.
El minimalismo y la renovación permanente deben guiar el contenido. Sobrecargar el espacio con información innecesaria para el usuario es abrir una puerta al abandono de la lectura, aunque tampoco hay que cometer el error contrario y apenas rellenar un par de líneas. En cualquier caso los datos no deben estar desfasados ni pueden permitirse fallos ortográficos. Para quien los lee pueden ser sinónimo de falta de profesionalidad. La revisión de todo lo que se sube ha de ser una constante en las rutinas de trabajo.
Los mensajes que avisan de que el sitio está en construcción son otro de los elementos que contribuyen a crear una imagen negativa de la empresa y que es necesario desterrar. Si la web no se encuentra preparada para su visualización es preferible no colgarla a que el navegante se encuentre con uno de esos avisos y más cuando la situación va a ser duradera.
Especial cuidado hay que mantener, asimismo, con los enlaces, tan característicos de la estructura de la Red. Si se abusa de ellos es posible que el internauta termine por perderse en la maraña de referencias a las que le reenvían y que no vuelva al origen o no preste la suficiente atención a todo el contenido. A la hora de incluir "links" tampoco hay que desatender su actualización ya que es probable que, con el tiempo, muchos de esos vínculos dejen de funcionar.
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