El impulso de la sociedad de la información acarrea la aparición de importantes avances tecnológicos, pero también de nuevas lacras. En esta coyuntura se encuentra el spam o correo electrónico no deseado, que se ha ganado, por méritos propios, el calificativo de "non grato" para las empresas. No sólo por las incuestionables molestias que causa a los usuarios, sino por el derroche de tiempo y dinero que supone hacerlo frente.
Al abrir la bandeja de entrada para consultar el e-mail es frecuente encontrar mensajes de remitentes desconocidos y de contenido, cuando menos, extraño. Que levante la mano el que no haya recibido insistentes ofertas para comprar medicamentos, artículos de lujo, ganar dinero sin moverse de casa, abrir una cuenta corriente, contratar una hipoteca o iniciar una relación amorosa con una persona de otro país.
Las cifras no engañan. Más del 84 por ciento de los correos que circulan por los ordenadores son spam y los niveles de emisión van en aumento. El conocido como correo basura, más allá de las molestias que ocasiona al usuario puede convertirse en un auténtico delito. Detrás del 90 por ciento de esta fastidiosa propaganda suelen esconderse diferentes tipos de fraudes y estafas, lo que ha venido a llamarse "cibercrimen".
Pero su influencia perniciosa va más allá. Es especialmente negativa para las cuentas corrientes de las empresas, blanco perfecto donde atacar sin mucha dificultad. La ecuación es sencilla: despilfarro de tiempo + gastos de prevención y desinfección + extravío de información importante = menos dinero en el bolsillo.
O, lo que es lo mismo, los trabajadores dedican parte de su jornada laboral a descargar, filtrar y separar el spam (según algunos informes, unas 90 horas al año), un proceso en el pueden borrarse, por descuido o desconocimiento, mensajes valiosos. Se pierde productividad y, por lo tanto, efectivo.
Por otro lado, estos e-mail consumen, innecesariamente, bando de ancha de la conexión a Internet y ocupan espacio en el disco de los servidores. Para hacerlos frente, la empresa se ve obligada a destinar recursos (humanos, técnicos y económicos), con el consecuente perjuicio para el flujo monetario.
Las cifras no engañan. Más del 84 por ciento de los correos que circulan por los ordenadores son spam y los niveles de emisión van en aumento. El conocido como correo basura, más allá de las molestias que ocasiona al usuario puede convertirse en un auténtico delito. Detrás del 90 por ciento de esta fastidiosa propaganda suelen esconderse diferentes tipos de fraudes y estafas, lo que ha venido a llamarse "cibercrimen".
Pero su influencia perniciosa va más allá. Es especialmente negativa para las cuentas corrientes de las empresas, blanco perfecto donde atacar sin mucha dificultad. La ecuación es sencilla: despilfarro de tiempo + gastos de prevención y desinfección + extravío de información importante = menos dinero en el bolsillo.
O, lo que es lo mismo, los trabajadores dedican parte de su jornada laboral a descargar, filtrar y separar el spam (según algunos informes, unas 90 horas al año), un proceso en el pueden borrarse, por descuido o desconocimiento, mensajes valiosos. Se pierde productividad y, por lo tanto, efectivo.
Por otro lado, estos e-mail consumen, innecesariamente, bando de ancha de la conexión a Internet y ocupan espacio en el disco de los servidores. Para hacerlos frente, la empresa se ve obligada a destinar recursos (humanos, técnicos y económicos), con el consecuente perjuicio para el flujo monetario.
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